Somos personas sociales. Nos encanta estar con otros y compartir risas, comidas, bebidas, historias y aventuras. Al ser introvertida, a veces paso menos tiempo socializando. Un amigo mío bromea que después de horas con nuestro grupo de amigos, necesito salirme y tomar tiempo para mí. Ha acertado – a veces me siento un poco intimidada con todo y necesito tiempo a solas con mis pensamientos antes de volver a estar lista para regresar al grupo. Así que, para mí, el viajar sola no es difícil. Me gusta el tiempo a solas y la oportunidad de ver las cosas a mi propio ritmo (también evito exponer mis momentos más irracionales). Esta navidad quería caminar por las calles de aquellas ciudades que sólo había visto en fotos, visitar museos y ver monumentos históricos. La idea de estar sola no entró en mi cabeza.
Antes del viaje, había considerado brevemente que viajaba sola en Navidad y Año Nuevo y que iba a estar en nuevas ciudades durante las fechas en las que la mayoría de gente está con familia y amigos. A decir verdad, necesitaba sentirme invisible en una gran ciudad. Logroño es una ciudad conservadora y pequeña. La mayor parte de la gente siempre están con familia, en parejas o en grupos; tanto que constantemente me siento un poco extraña y diferente cuando salgo a explorar la ciudad a solas. Básicamente, a partir de las 10 de la mañana (antes de esa hora juro que es como si alrededor del 80% de la población estuviera dormida) se siente como que nadie está a solas en una cafetería o restaurante. Yo quería volver a estar cómoda estando sola mientras leía un libro en un café o comía en un restaurante. No quería sentirme rara por estar a solas.
Tenía muchas ganas de ver los mercados de Navidad en Alemana y después de enterarme de que muchos cierran el 24 de diciembre o poco después, decidí que mi primera parada tenía que ser de Berlín. Viajar a Berlín resultó todo una aventura. No hay ninguna opción para volar directo desde Logroño, así que compró un billete con salida desde Barcelona el 1er día de mis vacaciones. Me imaginé que un viaje de noche vía autobús de Logroño a Barcelona no sería un gran problema – estaba equivocada. Los jueves son mis días más ocupados. Me levanto a las 6:00 am con el fin de prepararme y tomar el tren para llegar a mi escuela. Vuelvo a casa alrededor de las 4:00 pm con el tiempo justo para comer y llegar a mi primera de tres clases de tutoría privada. Si tengo suerte, y alcanzo el autobús a tiempo, estoy en casa alrededor de las 9:00 pm. Un largo jueves se convirtió en una larga noche ya que tuve la brillante idea de hacer las maletas después de llegar a casa y permanecer despierta hasta abordar mi autobús a las 2 a.m. hacia Barcelona el viernes por la madrugada. Después de seis horas, en las que dormí poco, en el autobús, llegue a Barcelona sólo para tomar el metro en la dirección equivocada, esperar lo que se sintió como horas para tomar el metro que iba al aeropuerto y entrar en un estado de pánico todo el camino ya te temía que me iba a perder mi vuelo. Estaba exhausta cuando mi vuelo aterrizo en Berlín. Fue el perfecto momento para descubrir que no imprimí las direcciones y ahora tienen que encontrar la manera de llegar a mi hostal. Por supuesto, mi teléfono decido no funcionar correctamente, por lo cual mi viaje hacia el albergue se convierto en otra aventura por calles poco iluminadas en una gran ciudad desconocida. No hace falta decir que estaba lista para la cama y apenas eran las 5:00 pm el viernes por la tarde. Me obligué a salir del hostal, conseguir algo de comer y explorar un poco antes de dormirme. Estaba demasiadamente cansada para sentirme sola.
Me encantó caminar y explorar Berlín; tiene una gran arquitectura, una historia impresionante (aunque oscura y triste), y un montón de monumentos. Los cinco días antes de la Navidad camine por todas partes, me familiaricé con el centro de la ciudad, visite un mínimo de 8 museos y vi muchos monumentos. Vi tanta arte egipcia, romana, clásica y moderna que cuando me toco visitar Ámsterdam, parada número dos de mi viaje, no quería ni pensar en un museo. Uno de mis días más memorables en Berlín comenzó con un viaje a Charlottenburg, un distrito al oeste de la ciudad, para visitar el Museo Berggruen, que alberga una colección de más de 100 exposiciones de Picasso. Este barrio era lo que me había imaginado que vería en Berlín; casitas pintorescas alineados una junta a otra y todas con lindas características arquitectónicas. El museo fue probablemente mi favorito. No estaba lleno de gente y las piezas de Picasso, Matisse y los otros artistas eran, por supuesto, fenomenal y un descanso muy bienvenido después de tanta arte clásica. Mientras salía y caminaba hacia mi parada de autobús, encontré un mercado de Navidad. Resultó ser uno de los más auténticos mercados en Berlín. Termine mi día comiendo pho (un tipo de sopa) en un pequeño restaurante vietnamita la comida perfecta en un día frío y ventoso. Durante estos primeros días yo estaba demasiado ocupada para sentirme sola.
Debo mencionar que durante todo este viaje mis pies estaban adoloridos; el clima húmedo y frío invernal en Logroño no ha sido amable con mis articulaciones y caminar durante horas y horas sólo empeoró las cosas. Después de cinco días de caminar hasta agotarme, apenas era capaz de pararme. Por lo tanto, fue una bendición que nada turístico estuviera abierto el 24 de diciembre en Berlín y pase una gran parte del día descansando. Mi mente, sin embargo, no descansó y dejó entrar algunas reflexiones desagradables en mi cabeza. Yo estaba agotada, tenía nada que hacer (aunque tampoco realmente podía moverme) y las calles estaban vacías. De repente, me sentí sola. Me sentía como fuera de lugar como una loca por tomar la decisión de pasar las vacaciones, y especialmente la Noche Buena, sola y lejos de toda persona conocida. Todo lo que quería era tener a alguien conocido conmigo. Afortunadamente, pude hablar con mi familia y el escuchar sus voces me hizo sentir mucho mejor. Tengo a muchas personas conmigo todo el tiempo, tal vez no puedan estar físicamente junto a mí, pero eso no quiere decir que no estén conmigo. Le exigí mi deprimida mente y reposado cuerpo asistir misa y cambiar de actitud. Al participar en la celebración navideña me volví a sentir como parte de algo y me acordé de que nunca estoy realmente sola.
Tuve un bonito tiempo durante mis vacaciones, pero estaría mintiendo si dijera que todos fue color de rosa y soleado (sobre todo porque el invierno en Berlín, Ámsterdam y Londres todo menos eso). Cuando todo está dicho y hecho, no estar cerca de amigos o familiares en Navidad y Noche Buena me deprimió. En esos y otros instantes, tuve que trabajar duro para recordarme a mí misma por qué elegí esta aventura solitaria. Tengo días buenos y días malos como todo el mundo. Afortunadamente hay más días buenos y en los días malos recuerdo que aun que viaje a solas, no tengo que sentirme sola.
