Me encanta viajar, porque siempre hay muchas posibilidades y una oportunidad para lo inesperado. Cosas suelen salir mejor cuando te olvidas de un horario y simplemente dejas que tus pies te guíen. Al igual que mi visita a Andorra en noviembre, no me había imaginado viajar a Ámsterdam cuando estaba en los EE.UU. y pensaba en posibles destinos de viaje. Ámsterdam esta favorablemente entre Berlín y Londres, dos ciudades que quería visitar durante las vacaciones de Navidad, quería añadir un tercer país durante mi viaje y los vuelos a Londres no eran terriblemente caros. Realmente no tenía idea de qué esperar y el único lugar que sabía que tenía que visitar era la casa de Ana Frank. Me dije a mi misma que a en el peor de los casos pasaría mi viaje caminando y admirando la arquitectura mientras que en el mejor de los casos me divertiría visitando diversos edificios, tiendas y bares. Mi único requisito era llegar allí con el fin de tomar mi vuelo a Londres el 28 de diciembre.
Hay un autobús que sale en la noche/madrugada todos los días de Berlín a Ámsterdam. Por lo tanto, un par de días después de llegar a Berlín pensé que si iba a estar sola en la Noche Buena, podría estar en mi camino a una nueva ciudad. Dormí (terriblemente) de forma intermitente durante la mayor parte de las 10 horas del viaje. En una de las paradas, un joven alemán subió al autobús y se sentó a mi lado. Nos pusimos a hablar unas pocas horas antes de llegar a Ámsterdam – él fue muy amable, viajaba con un compañero para visitar amigos, y le hizo gracia que viajaba sola, no sabía alemán o holandés, y que iba a decidir qué hacer cuando llegara allí. Hablé de España, de los EE.UU. y lo mucho que echaba de menos beber cerveza artesanal. De inmediato me dio el nombre de los dos lugares que debería visitar durante mi estancia. Ahora tenía tres lugares que quería visitar.
Primer orden del día fue llegar al hostal para dejar mi maleta. Afortunadamente, me recordé traer direcciones por escrito, así que pude subir en la correcta línea de tranvía. Encontrar el hostal resulto ser un poco más difícil pero finalmente llegue allí. Las calles alrededor del hostal estaban bastante tranquilas; habitantes y turistas estaban descansando ya que gran parte de la ciudad estaba cerrada el día 25. Con mapa en mano resolví como llegar al centro de la ciudad y la casa de Ana Frank. En mi entusiasmo por explorar una nueva ciudad, me bajé del metro una parada antes de tiempo. Después de entrar en pánico porque no tenía ni idea de dónde estaba, camine por una calle pintoresca con bares y edificios bonitos y decidí caminar el resto del camino – atravesando las calles vibrantes y recién animadas. Incluso pare para comer unos deliciosos quiches en una tienda de quesos. Suena ridículo decir esto ahora, pero no tenía ninguna idea que había tantos canales de Ámsterdam. Rápidamente me enamore con los lindos puentes, la arquitectura y pequeñas tiendas. Visitar Ámsterdam se estaba convirtiendo en una idea fantástica.
Llegué a la casa Ana Frank sólo para descubrir que tenía una hora o más de espera y, aun así, no estaría garantizada mi admisión. Decidí esperar, una decisión de la cual inicialmente me arrepentí como me empecé a sentir agotada, la temperatura bajó y empezó a llover. Por suerte, tenía un paraguas, y, aunque esperé cerca de dos horas (entretenida por las pláticas de un grupo de americanos esperando detrás de mí), fui una de las últimas concedida admisión. Finalmente, estaba visitando la casa secreta. Es difícil, incluso ahora, describir la visita y mis resultantes sentimientos y emociones. La casa es pequeña, aunque un poco más grande de lo que me había imaginado, sombría y vacía. Me sentía como una intrusa; de alguna manera inquietando la historia con mi presencia.
Los siguientes dos días pasaron demasiado rápido. Comenzaba temprano cada mañana para disfrutar de las tranquilas calles y ver la gente durante sus rutinas normales. Más o menos dibujaba una ruta cada día, sobre todo para no tener que volver hacia atrás, pero incluso entonces, la mayor parte del tiempo dejaba que mis pies, ojos y estómago me llevaran a mi siguiente parada. Tuve una mañana agradable bebiendo un chai latte y Pão de queijo (pan de queso) en una panadería brasileña, me sentí fastidiada al descubrir que el mercado de los sábados estaba cerrado por las vacaciones, visite las tiendas locales de ropa de época, y disfrute de un batido verde y comida griega en una tienda de alimentos naturales en el Grachtengordel (Distrito de Canales) Oeste. También me frustre por caminar bastante hacia un museo sólo para descubrir que estaba cerrado, tuve una grata sorpresa al tropezar en Begijnhof, un patio secreto que pensé que no llegaría a ver, y me reí de mi misma después de inadvertidamente caminar sobre un conjunto de calles que me habían recomendado evitar. En cuanto a la cerveza artesanal, tome dos buenas pintas en cada uno de los lugares recomendados que el joven alemán. Sólo deseo que hubiera pasado uno o dos días más en Ámsterdam, especialmente después de sentir que pase demasiados días en Berlín. Espero poder visitar Ámsterdam de nuevo, con amigos, y disfrutar de otra aventura.
